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Nunca te hagas librero


Siempre me he preguntado ( y he preguntado a todo el que se me pone a tiro) si leemos los libros o son los libros los que nos leen. En Nunca te hagas librero hago una disección al respecto, en animada conversación con una lectora. Apuesto a que se os ocurren decenas de argumentos para rebatirme y os animo a contármelo, si leéis el libro. Pensad en lo que ocurre cuando estáis con las defensas bajas, en modo off, sin censuras, alegrándoos de que el malo muera y el bueno consiga el botín. Pensad en qué ocurre con nuestros prejuicios, creencias, convicciones, tabúes, en esa tierra de nadie, a salvo de los lectores de pensamiento, de los represores y de esas almas fantasmales.

También repaso cuestiones que arrastro desde niña: si el cinismo protege de algo, si leer nos hace más sabios, si los autores que se odian (o se habrían odiado de haberse llegado a conocer) estarán a gusto en los mismos estantes, si la fe de los libreros en que quedará algo que vender hoy y también mañana es suficiente para seguir siendo libreros…

Me lo paso bien haciendo inventario de filias y fobias, contando muchas historias como la de Colleridge, la de Orwell, la del reto de Ginés, la de Willa Cather y su amante, la del felón del duque de Lerma. Y evoco el ingenio de Singer, la ternura de Orhan Pamuk y el hartazgo de Peter Handke. Pero también hablo de nosotros, los lectores, y de los libreros y de las librerías y de ese mito romántico de que no hay otra cosa que hacer en el día: leer y solo leer.

Es un texto con pinceladas de humor pero también con intensa melancolía por los momentos de nuestra vida en que aprendimos a hacernos mujeres y hombres con aquellos libros de nuestra raquítica biblioteca de casa.

Microcambieros, me encantará conocer vuestra opinión y comentarios si alguno/a lo lee. Es para vosotros para quien escribo, para los amantes de los libros sobre libros que también hacen otras cosas. Por suerte para la humanidad.

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Construir ahora


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Fotografía: Juan Rodríguez 

«Hay que vivir con la certeza de que envejeceremos y que no será algo bonito, ni bueno, ni alegre. Y decirse que lo que importa es el ahora: construir, ahora, algo, a toda costa, con todas nuestras fuerzas. Tener siempre en mente la residencia de ancianos para superarse cada día, para hacer que cada día sea imperecedero. Escalar paso a paso cada uno su propio Everest y hacerlo de manera que cada paso sea una pizca de eternidad. Para eso sirve el futuro: para construir el presente con verdaderos proyectos de seres vivos».

La elegancia del erizo (Muriel Barbery)

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La vida como arte


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No imagino la vida sin la buena literatura. Me encantan los libros que te leen a medida que tú los vas leyendo. Como Intimidad y sus incesantes «apuñalamientos» . Como muestra esta breve reflexión de su protagonista. 

«Si vivir es un arte, desde luego es un arte extraño, un arte total, y especialmente el arte del placer vigoroso. Su forma desarrollada implica la aglutinación de un cierto número de cualidades: inteligencia, encanto, buena suerte, virtud natural, junto con sabiduría, buen gusto, conocimiento, comprensión y la aceptación de la angustia y el conflicto como parte de la vida. La riqueza no sería indispensable, pero sí la inteligencia que nos permitirá acceder a ella cuando fuese necesario. De las personas que conozco, las que poseen talento para la vida son las que disfrutan de una existencia libre, conciben grandes proyectos y los ven realizados. Son también, la mejor compañía».

Intimidad. Hanif Kureishi

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Las personas que destacan ofenden


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De vez en cuando rescato ideas esparcidas en páginas sueltas de un libro. Lo hago porque suelo releer a menudo y en esa nueva lectura encuentro algo que me resulta útil en este momento de mi vida. Como esta conversación entre la psicóloga Mercè Conaglia y el escritor Gaspar Hernández en el programa de radio «El oficio de vivir bien», dirigido por el segundo y posteriormente  convertido en libro.

«La ofensa es un contaminante emocional de elevada toxicidad. Tiene como punto de partida algo que uno percibe como una agresión, aunque no todas las agresiones acaban en ofensa.

Hay personas que se ofenden con facilidad

Normalmente, es gente con un ego inflado. No está satisfecha con su proyecto de vida e intenta buscar culpables fuera. Así no asume la responsabilidad de hacer cambios.

¿Qué tengo que hacer para no ofender?

Es imposible pasar por la vida sin dejar ofendidos e intentando cumplir las expectativas de todo el mundo. Tenemos que intentar vivir en coherencia con lo que somos y nuestro proyecto. Eso sí, podemos mejorar nuestras competencias emocionales. Pero quien busca motivos para ofenderse siempre los va a encontrar.

Ofensa y envidia van de la mano.

Si. Cuando alguien tiene una expectativa de lo que quisiera en su vida y no se cumple, y en cambio, a alguien cercano aquello le está funcionando bien se siente ofendido y aparece la envidia.

También aparece con los amigos.

Según Nietzsche, el buen amigo se reconoce porque es capaz de compartir tu alegría. Cuando uno está mal, encuentra fácilmente amigos con los que compartir su pena, porque se establece una relación de poder. Una buena señal de madurez es no sentir envidia cuando esas personas pasan un buen momento.

Y si en vez de amigo, es enemigo, empieza el rumor y la destrucción.

Piensan: «Eso tenía que ser para mí». O bien le quitan mérito: «Eso se lo han regalado». Lo viven como injusto o como una agresión a su ego. Si la persona no es madura, reacciona agrediendo o minimizando los logros del otro.

Oliver Stone dijo: «mi obra dejará muchos ofendidos porque es poderosa».

Las personas que destacan ofenden. Cuando aparece una gran figura, todos los necios se conjuran en contra. Son un espejo en que ven reflejada su propia incapacidad.

La masa suele ser conservadora.

La masa y el individuo. Cuanto más inseguros nos sentimos, más nos agarramos a las certezas. Tenemos que trabajar el pensamiento flexible e intentar ver las cosas desde distintos ángulos para comprender mejor que no todo lo que hacen los demás tiene que ver con nosotros o se hace contra nosotros. No somos tan importantes.

Quizá nos falta humildad

Es uno de los valores importantes para gestionar la ofensa. Cuando uno es muy narcisista, muy egocéntrico, cualquier gesto  o cualquier comentario tiene que ver con él. Pero no somos el centro del mundo».

El oficio de vivir bien. Gaspar Hernández (pág 86 a 88)

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ESCÚCHAME


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ILustración: Charlotte Salomon

Cuando te pido que me escuches y empiezas a darme consejos no has hecho lo que te he pedido.
Cuando te pido que me escuches y empiezas a decirme que no debería sentirme así, estás ignorando mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y sientes que debes hacer algo para solucionar mis problemas… Me has fallado, por extraño que parezca.
¡Escúchame! Todo lo que pedí era que me escucharas.
No que hables o que actúes. Tan sólo que me escuches.
Los consejos son baratos y esto lo puedo hacer solo.
No estoy indefenso, quizás desanimado y titubeante, pero no indefenso.
Cuando haces algo por mí que yo podría y debería hacer por mí mismo, contribuyes a reforzar mi miedo y mi debilidad.
Pero cuando aceptas como un hecho simple que siento lo que siento sin importar lo irracional que sea, entonces puedo dejar de intentar convencerte y puedo empezar a comprender lo que hay detrás de esos sentimientos irracionales.
Y cuando me queda claro, las respuestas se vuelven evidentes y no necesito consejo. […]
Quizá por eso a algunos les funciona rezar, porque Dios es mudo, y no da consejos, porque no intenta solucionar las cosas, simplemente escucha y deja que los descubras por ti mismo.
Por lo tanto, por favor escúchame. Y, si quieres decir algo, espera un momento y entonces yo también te escucharé.

(Autoría desconocida)

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¿Qué es una hora astrosa?


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—Esto —dijo el maestro Hora— es un reloj de horas astrosas. Muestra con gran precisión las horas astrosas, y ahora acaba de comenzar una.

—¿Qué es una hora astrosa? —preguntó Momo.

—En el curso del mundo hay de vez en cuando momentos —explicó el maestro Hora— en que las cosas y los seres, hasta lo alto de los astros, colaboran de un modo muy especial, de modo que puede ocurrir algo que no habría sido posible ni antes ni después. Por desgracia, los hombres no son demasiado afortunados al usarlas, de modo que las horas astrosas pasan, muchas veces, sin que nadie se dé cuenta. Pero si hay alguien que la reconoce, pasan grandes cosas en el rnundo.

Momo (Michael Ende)

 

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Esto es lo que hay: el gran secreto de la felicidad


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Fotografía: Tal Ben Shahar 

Comparto el  fragmento final de «Ganar felicidad», autoría del profesor de la Universidad de Harvard, Tal Ben Shahar. Este libro lleva conmigo  varios años, incluso se da la circunstancia de que  tengo dos ejemplares, primero lo compré en inglés, cuando él visitó A Coruña, y unos meses después en castellano. ¡Me encanta! Sencillamente por eso me tomo la molestia de transcribirlo palabra a palabra, para abrir boca. «Mi amiga Kim y yo estábamos paseando por Provincetown, admirando las tiendas de la calle principal, escuchando el sonido de las olas al romper contra las rocas, respirando el aire salado, saboreando esa magnífica sensación de intemporalidad que se consigue al estar en una ciudad pequeña de vacaciones.

En esa época era un estudiante de postgrado que vivía en el entorno competitivo de la universidad. Le dije a Kim que, en cuanto me graduara, me mudaría a un lugar como  Provincetown. Pensaba que sin plazos amenazantes y con un ritmo de vida más tranquilo, por fin podría experimentar la calma que llevaba buscando toda la vida. Muchas veces había pensado en mudarme a un lugar tranquilo tras mi graduación, pero cuando la idea empezó a traducirse en palabras -se hizo tangible- empecé a sentirme incómodo. Sigue leyendo «Esto es lo que hay: el gran secreto de la felicidad»

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Ahora es tu momento


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«Esa pregunta improvisada, «¿Qué esperáis de la vida?», ha pasado a formar parte habitual de los diálogos que entablo con amigos, colegas, seres queridos y hasta con desconocidos en los aviones. La utilizo como una herramienta para ayudarme a comprender a los demás y también para comprenderme mejor a mí mismo.

En su mayor parte, las respuestas que da la gente son vagas y generales, nada meditadas. Casi todo el mundo parece sorprenderse ante la pregunta. A veces me han acusado de ser demasiado profundo, y sólo en ocasiones excepcionales alguien dice: «Quiero estas cosas…, por estas razones…, y así es como pretendo conseguirlas…». Sin excepción, ésas son las personas que están viviendo la vida con pasión y entusiasmo. Casi nunca se quejan, no hablan mal de los demás y jamás les oyes hablar de la felicidad como de algún hecho futuro relacionado con la jubilación, el matrimonio, un ascenso o una fortuna llovida del cielo.

Entonces, ¿qué es lo que tienen ellos que no tiene la mayoría? Que saben lo que quieren. ¿Y tú? ¿Tú sabes lo que quieres?

La mayoría de la gente puede decirte con exactitud lo que no quiere, pero muy pocos tienen las ideas tan claras sobre lo que sí quieren.

Si no sabes lo que esperas de la vida, todo parecerá un obstáculo o un lastre. Sin embargo, una de las grandes lecciones de la historia es que el mundo entero se abre ante aquellos que saben lo que quieren o hacia dónde se dirigen. No lo dudes, si no sabes hacia dónde te diriges, estás perdido. Sigue leyendo «Ahora es tu momento»

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No ser quién eres y presumir de ello


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Colaboro en un programa de Radio sobre libros. Hoy me he acordado de uno que leí hace cierto tiempo, un curioso tratado moral que refleja un mundo donde  «acechan las trampas y reinan las intrigas». En este escenario, el arte del fingimiento, antaño tan de boga, experimenta un nuevo impulso acorde con la era era capitalista.  Basta con leer el índice para hacerse una idea general sobre qué va esto:

Controlar los arrebatos

Parecer auténtico

Mostrar indignación moral 

Parecer culto

Poner nerviosos a los demás

Engañarse a sí mismo 

 

Etc.. Y como cata lectora este breve fragmento elegido al azar:

«En un estado de alegría exultante, estamos plena y engañosamente convencidos de que nuestros amigos y conocidos, nuestros compañeros de trabajo y familiares, se alegran con nosotros. Ante un gran triunfo, caemos en el error de creer que abrazar al afortunado nos hace un poco afortunados a nosotros también. Un error, para colmo, de los más extendidos, si excluimos la envidia hacia los demás, uno de los sentimientos más venenosos que puedan existir.  Todos conocemos las disputas por un puesto de trabajo, la mirada gélida hacia nuestro piso con terraza, los celos ante nuestra bella pareja.

La envidia no necesariamente provoca sufrimiento. También es nuestra secreta vara de medir el reconocimiento ajeno. Pocas cosas nos satisfacen más íntimamente que ser envidiados. Con solo que la envidia no fuera tan peligrosa, que no fuera un acicate para que los demás nos echen del trono y nos arrojen a las sombras…

¿Cómo hay que lidiar, pues con la envidia? Siempre de tal modo que ésta crezca en los otros como impotencia, sin riesgo para uno mismo.»

¿Te animas a leerlo y comentarlo?