Hace tiempo que las Navidades quedaron atrás. Todos hicimos nuestros regalos. Pensamos en cosas materiales y no materiales con que agasajar a los nuestros y algunos también regalaron su tiempo. El experimento, al que se refiere el vídeo, revela un hecho incuestionable: ¡nos pensamos eternos! Creemos que duraremos toda la vida, pero el tiempo es un niño caprichoso con alma de anciano.
«Tenemos en la cabeza que las personas van a estar ahí siempre», dice una chica en el transcurso del reportaje, «y a lo mejor no decimos un te quiero porque lo damos por hecho». ¿Nos tenemos que imaginar el peor de los casos para replantearnos nuestra comunicación, nuestros actos, nuestra forma de dar y recibir o de vivir? Cualquier minuto es bueno para pensar.