Esta mañana, después de la ración habitual de truculencias en el mundo con el que mi periódico me premia por haber salido de la cama, he resuelto coger lápiz y papel para redactar una lista de las cosas en que soy rica. Sabía que iba a ser larga porque, por algo, lleva el mundo existiendo millones de años, pero no imaginaba cuánto. Realmente no es que sea rica, es que soy millonaria. El descubrimiento, admitámoslo, volvería loco de contento a cualquiera y yo soy como cualquiera, así que he decidido compartir cómo he llegado a esa conclusión y qué cálculos he realizado para evaluar mi fortuna. Debo, sin embargo, hacer una confesión previa. Desde hace unos meses estoy empleada a fondo en ver el mundo al revés a como lo contemplan los medios de comunicación y los aguafiestas. Acepto la existencia de la maldad gratuita, la injusticia, la avaricia, la codicia, la tristeza, la envidia, el resentimiento, la insignificancia, la mentira, la avidez pero les he quitado toda su relevancia al apartarlas del foco de mi atención. Ahora estoy enfocada en aspectos de la existencia más satisfactorios y productivos para mí como la verdad, la valentía, la compasión, la generosidad, el altruismo, la honradez, la dignidad, el agradecimiento, la solidaridad, la libertad y el respeto. He conseguido, gracias a mi tozudez y mi compromiso con mi verdad, ver y sentir de otra manera. En cierto modo discurro por el mundo en versión Taoísta. Percibo los colores, los matices de la luz y las diferentes texturas de las cosas; rechazo el burdo blanco y negro de las imposiciones porque la realidad sólo es como cada uno la construye, ni más ni menos. El hecho de elegir a qué atiendo me convierte en una astuta ahorradora de felicidad. Ahora soy más feliz y más inteligente de lo que era antes de contratar un plan de emociones, sobre todo porque en el Haber mis activos en positivismo han crecido como la espuma. Probablemente muchos de vosotros sepáis de qué hablo porque ya formáis parte de esa revolución tozuda que se rebela contra la tiranía del pesimismo.
Al menos, si estoy equivocada y milito en la filosofía equivocada, me habré llevado a la tumba más felicidad y compasión y muchos menos malos ratos que los adeptos al mundo cruel, injusto, arbitrario e inhumano que, por cierto, son legión.
He descubierto, en mi lista de riquezas, que donde pongo plan A y luego plan B, plan C, Plan D, etcétera, todos conducen al mismo sitio que al de A. Con esa hoja de ruta en la búsqueda de sentido es imposible perderse.
Y ahora llega la breve explicación de mi extraordinaria condición de millonaria. Tan pronto como han rebotado sobre la hoja de papel los nombres de personas, las ideas, los lugares, los pensamientos, los hechos, los sentimientos y las cosas que debo incluir en el inventario de bienes, ha saltado la sorpresa: soy una millonaria que no puede arruinarse ni perder nada de lo que tiene, porque nada me pertenece en propiedad. Sólo soy una usufructuaria perpetua. No puedo vender ni traspasar nada, pero puedo dar y recibir. Cuanto quiera, además. Si doy más para aligerar mi fortuna, recibo el doble; así que por mucho que dé, jamás dejo de recibir. Aunque quiera ser pobre no puedo. Bueno sí, puedo llegar a ser pobre de dinero.
Mi conclusión es que la inversión óptima en estos momentos pasa por la suscripción de un buen plan de emociones en la ventanilla libre de pesares. Te sentirás como el gran Machado: ligero de equipaje, casi desnudo… Y por ende millonario/a en … liviandad, compañía, generosidad, agradecimiento, consuelo, amor, alegría, esperanza….