Publicado en Artículos de blogs que nos interesan

Mañana, mejor que hoy


La tendencia al aplazamiento es un tema interesante y por esta razón hay mucho escrito y publicado. Si eres de las personas que posponen indefinidamente, tal vez te venga bien leer las reflexiones que publica en su blog zenhabits.net, el bloguero y escritor Leo Babauta.

Babauta comienza interrogándose sobre las razones por las que aplazamos:

1. Buscamos la  gratificación instantánea. Estar en el sofá tumbado a la bartola se considera más agradable, en este momento que salir a correr. Leer blogs resulta  más fácil, ahora, que leer una novela clásica. Comprobar direcciones de correo o Facebook es más fácil, ahora, que meterse de lleno en el proyecto pospuesto. Comerse un pastel de chocolate, tan sabroso, es más apeticible ahora  mismo que comer verduras.

2. Tememos  algo terrible. No debemos escribir ese capítulo de nuestro libro, porque de ese modo eludiremos problemas con la escritura que no hemos tenido en cuenta (a menudo porque no lo hemos pensado). O podemos tener miedo porque vamos a fallar, o resultar ignorantes o estúpidos. Tenemos más miedo a lo desconocido, que tiene más poder porque no somos capaces de examinar este temor – escondido en una parte remota de nuestras mentes-. No actuar por temor  a algo que nos hace querer aplazar, posponer para no tener  siquiera que pensar en ello. Y por supuesto,  para hacer algo fácil y en lugar seguro.

3. Es fácil porque no hay consecuencias negativas en este momento. En los tiempos escolares había un profesor que te miraba por encima del hombro y te regañaba si no hacías tu trabajo. Así que tenías que hacerlo (pero algunos de nosotros hemos aprendido a sintonizar con la reprimenda, se entiende). Así que cuando llegamos a casa, como no hay nadie mirando por encima del hombro… no se produce ninguna consecuencia negativa inmediata por ver la tele o jugar juegos. Claro, que mañana obtendremos una mala calificación, pero ahora no importa. Lo mismo puede decirse del uso de Internet o de hacer otro tipo de tareas dilatorias. Vamos a pagar por ello más tarde, pero en este momento, nadie se enfada con nosotros.

4. Sobreestimamos nuestro propio futuro. A menudo tenemos una larga lista de cosas pendientes, porque creemos que podemos hacer mucho mañana. La realidad suele ser un poco peor de lo que esperábamos, pero eso no nos impide pensar que el futuro será diferente una vez más. Por la misma razón, creemos que está bien posponer las cosas, porque estamos seguros de que las vamos a hacer más adelante. Nuestro futuro sí será muy productivo. El problema es que nuestro futuro también soy yo, el yo perezoso.

Sobre este diagnóstico ofrece cuatro soluciones:

  1. Detenerse y pensar. Cuando no tenemos consciencia de lo que pensamos, aplazamos. En realidad hacer una pausa y detenerse en los pensamiento que, racionalmente podemos ver que están equivocados: gratificación instantánea en forma de holgazaneo, comer comida basura dará problemas en el futuro, es inteligente. Los temores son exagerados y no deben interponerse en nuestro camino. No tener consecuencias negativas ahora no significa que no habrá consecuencias más tarde. Nuestro propio futuro no es tan malo como nos gusta pensar. Así que pensar sobre lo que uno está haciendo, y empezar a hacer las cosas de forma  más racional, es importante. El pensamiento es el comienzo.

2. Disfruta del proceso.  Ponte en el momento y disfruta de cada acción. Por ejemplo, si quieres salir a correr, no pienses en la dura carrera que tienes por delante,  se trata de disfrutar de la sencillez de esa acción. A continuación, céntrate en conseguir verte fuera de la puerta de casa, que  no es difícil. Luego céntrate en el calentamiento con una caminata rápida o trote ligero, algo agradable y divertido. Y siente que tus piernas se calientan conforme comienzas a correr un poco más rápido. Disfruta del aire libre. Este proceso se puede hacer con cualquier cosa, desde lavar los platos a la lectura  o a la escritura. Diviértete en el momento, sin pensar en las cosas futuras con temor. Entonces la actividad puede ser agradable e incluso muy divertida. Y si lo es, no lo pospongas.

3. Establecer una rendición de cuentas. Si no hay nadie mirando por encima de nuestro hombro, tendemos a aflojar. Por lo tanto crear un entorno a prueba de la dilación – encontrar gente que te apoye responsablemente. Me he unido a un desafío en línea, para informar de mis entrenamientos en un foro. He hecho lo mismo para correr, dejar de fumar, escribir una novela. Sólo tienes que utilizar a tus amigos y familiares en Facebook o correo electrónico.

4. Bloquear tu futuro por ti mismo. Tu futuro depende de que tomes medidas. Así que actúa. Utiliza un programa para bloquear tu libertad de acceso a Internet para una cantidad predeterminada de tiempo, así tendrás centrarte realmente en vez de leer blogs. Apaga la televisión por cable, deshazte de la comida basura en casa en casa, corta las tarjetas de crédito … lo que sea necesario para que te sea muy difícil posponer las cosas o ceder a la tentación, o al menos tener fuerza de voluntad para hacer una pausa antes de hacer algo tonto.

Una mentalidad diferente se construye si:

1.Si Haces lo que te apasiona. Si haces lo que te emociona la mayor parte de tu tiempo, será menos probable que pospongas las cosas. Centrarte en por qué te apasiona, en lugar de los temidos aspectos de  la actividad. Yo lo hago y mi desidia es menor que nunca.

2. Procastina de forma productiva. Si vas a posponer las cosas, haz en su lugar otras productivas. Así que si no quieres hacer tu proyecto, por lo menos métete con alguna de las tareas más pequeñas que tengas pendientes.

3. A veces, la postergación está bien. No estoy contra la desidia, en absoluto. Esta guía es para aquellos que quieren vencer, pero también pienso que holgazanear puede ser una cosa hermosa. Leer material en Internet que me interesa no es malo. A veces, hay que ceder a la dilación. Pero otras veces, es posible que desees bajarte de la burra y realmente lograr algo.

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Autor:

Vivo en una ciudad del Norte de España, entregada a la pasión por aprender y transformar mi vida y la de los que me rodean en una aventura única. Creo en la gente y en las oportunidades que nos ofrecen las adversidades. He aprendido que el único pecado imperdonable es no arriesgarse.

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