En el delicioso libro Cartas a mi hija (una recopilación epistolar que tras la muerte de F. Scott Fitzgerald reunió su hija Scottie) el autor de El Gran Gatsby se delata como un escritor irónico, brillante y esforzado, y como un padre obsesionado porque su hija adolescente no se malogre y repita sus mismos errores con las consiguientes consecuencias desastrosas. «Tienes dos hermosos malos ejemplos por padres. Limítate a hacer todo lo que no hicimos y estarás perfectamente a salvo» o «Quiero verte entre lo más granado de tu raza y que no malogres tu vida aspirando a metas triviales. Ser útil y orgullosa… ¿es acaso pedir demasiado?». Persistente con sus ideas sobre la virtud subraya: «En la vida, sólo creo en las recompensas por la virtud y en los castigos por no cumplir tus obligaciones, que sin duda se pagan caros». En otro momento, refiriéndose a los esfuerzos literarios de Scottie, escribe: «No te desanimes ni un poco por que tu cuento no esté perfecto. Tampoco te voy a animar, porque si quieres codearte con los mejores, al final tendrás que buscarte tus propios obstáculos que saltar y aprender de la experiencia. Nadie se ha hecho escritor por el simple deseo de serlo.» Pero sus recomendaciones también se orientan a los hábitos: «Espero que hayas meditado mi análisis a propósito de cómo adquirir el hábito de la pulcritud; si eres capaz durante una semana de despachar cada cosa a su debido tiempo, desde el momento en que lo tocas por vez primera hasta el momento en que lo des por concluido— en lugar de lidiar con tres cosas a la vez —en un mes habrás barrido los problemas y habrás conseguido que la vida te resulte más sencilla en un aspecto más». La obsesión por guiar el comportamiento de su hija le lleva a decirle: «Todo pasa por ser fiel a algo que crece y cambia a medida que avanzas. Tienes que tomar el camino correcto en los cruces principales: el precio de extraviarte una vez son años de desdicha». Y refuerza su convicción con: « Tu libertad depende enteramente de lo bien que estudies y nada más. El talento más buscado por aquí es aquel que no abandona el barco a las primeras de cambio».
Lo mejor de esta correspondencia íntima que dirige un padre escritor a una hija que quiere serlo, viene de la aspiración del padre de ser escuchado y al mismo tiempo de la constatación de que ningún hijo escucha, más bien juzga, al tiempo que guarda las cartas en el cajón y se asegura de haya noticias de algún tipo de ingreso económico. El triunfo en esta batalla experiencia versus inexperiencia es, en el mejor de los casos, pírrico. Quien cree que porque lo ha experimentado puede advertir y sermonear puesto que sabe de lo que habla, el consuelo que puede llevarse consigo es que lo intentó, al menos lo intentó, aunque al fin y al cabo nadie escarmienta en cabeza ajena.
Divertida y curiosa una lista que incluye el escritor en una de sus cartas para que su hija reflexione.
Cosas de las que preocuparse
- Preocúpate del coraje
- Preocúpate de la higiene
- Preocúpate de la equitación
Cosas de las que no preocuparse
- No te preocupes de la opinión de los demás
- No te preocupes por las muñecas
- No te preocupes por el pasado
- No te preocupes por el futuro
- No te preocupes por hacerte mayor
- No te preocupes por que alguien te supere
- No te preocupes por el triunfo
- No te preocupes por el fracaso, a menos que sea culpa tuya
- No te preocupes por los mosquitos
- No te preocupes por las moscas
- No te preocupes por los insectos en general
- No te preocupes por los padres
- No te preocupes por los chicos
- No te preocupes por las desilusiones
- No te preocupes por los placeres
- No te preocupes por las satisfacciones
Cosas en las que pensar:
- ¿A qué aspiro realmente?
- Si me comparo a mis coetáneos, soy realmente buena con respecto a:
A/El rendimiento académico
B/¿Entiendo realmente a las personas y soy capaz de llevarme bien con ellas?
C/¿Procuro hacer de mi cuerpo un instrumento útil o lo estoy descuidando?
Como dice Scottie en el prólogo de este libro: «Escuchen atentamente a mi padre. Porque da buenos consejos, y estoy segura de que, si no hubiera sido mi padre, a quien amé tanto como «odié», ahora sería la mujer más cultivada, atractiva, exitosa e inmaculada sobre la faz de la Tierra».
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