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Cuando las gafas están sucias


 

Este gráfico es tan elocuente que sobran las explicaciones. En ¡Me mudo de sistema!  menciono lo que el psiquiatra Carl Alasko llama «lentes interpretadoras de  la realidad» Según Alasko conviene no bajar la guardia ante 3 frecuentadores habituales de nuestra vida: la negación, el engaño y la culpa. Estos elementos son los responsables de  empañar la visión de nuestras necesidades esenciales y de minimizar e incluso despreciar lo que es mejor para nosotros mismos a largo plazo, lo que desarrollará nuestro carácter e integridad personales y lo que permitirá que se desarrolle nuestro más profundo y auténtico yo. Cuando las lentes están tan empañadas como para no ver ni a medio metro ocurre lo que nos muestra  Jaime Burque en su blog.

 

Me mudo de sistema, microcambios, Cecilia Monllor

 

Ilustración: http://jaimeburque.com/blog/?p=5766

 

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Publicado en Pensando en voz alta

La doble vida


microcambios, Cecilia Monllor, doble vida

La frecuencia con que las personas que llevan una doble vida utilizan la expresión «mi vida» resulta, curiosamente, elevada. Desde el punto de vista psicológico, el origen de este compromiso consciente con un «desdoblamiento de existencias» no resulta fácil de exponer con brevedad. Y cada casuística requiere su explicación. Pero, a modo general, sí se puede afirmar que responden a los juegos de la mente entre el consciente e el inconsciente.
Aun cuando las personas con doble vida son plenamente conscientes de ambas, y por tanto de las complejidades que conlleva no mezclarlas para no ser descubiertas, siempre hay una fisura: un detalle nimio, un olvido descuidado, un exceso de confianza que da al traste con todo el constructo. Sigue leyendo «La doble vida»

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¿Por qué me perjudico?


el hombre tranquilo
Fotograma de la película: Un hombre tranquilo

A menudo nos comportamos como los niños impacientes del experimento de Mischel. La razón es sencilla: nuestro cerebro busca incansablemente satisfacciones inmediatas. Cada vez que actuamos así el sistema uno de nuestro pensamiento, el fácil, grita: ¡lo quiero y lo quiero ya! La cuestión es que un objetivo a corto plazo resulta muy energético porque supone un gran impulso y el logro nos ilusiona. Ahora bien ¿qué sucede cuándo ese objetivo cortoplacista no contempla la visión a largo plazo?
Sencillamente, nos perjudica. Para evitarlo conviene hacerse las tres preguntas mágicas:

1. ¿Lo que estoy haciendo fomentará lo que es mejor para mí a largo plazo ?
2. ¿Desarrollará mi carácter y mi integridad personal?
3. ¿Permitirá que se realice mi más profundo y auténtico yo?

Veamos el significado de estas tres preguntas

La primera se refiere al auto conocimiento. ¿Ayudará esta decisión a lo que persigo infatigablemente día tras día: una vida más consciente y de mayor florecimiento? Implica no ignorar las consecuencias de nuestros actos. Podemos equivocarnos, eso sí, pero en definitiva hemos sopesado nuestras posibilidades y actuamos para conseguir acercarnos a nuestra mejor vida posible.
La segunda se refiere a no introducir engaños para que la realidad se adapte a nuestro gusto. Esas “pequeñeces” o “esos no pasa nada” con que tratamos de disfrazar nuestros actos para eludir la mala conciencia e incluso para eliminarlos del todo contribuyendo al falseamiento de nuestra voluntad. (Quizás de las tres preguntas ésta sea a la que más atención debamos prestar porque es el gran pretexto de los hedonistas: ¡venga otro chute, más! «Bueno, qué importa al fin y al cabo, si nos vamos a morir. Vida no hay más que una»).
La tercera se refiere a excavar, quitar capas de encima, para llegar a lo que de verdad importa. Nuestras decisiones quieren tener en cuenta nuestros valores para no caer en el error del lamento. Mantener la palabra, hacer lo que ha dicho que va a hacer, comprometerse con las acciones emprendidas favorece a la larga nuestros intereses personales. Y lo que es aún más importante, este comportamiento crea un entorno sano para las personas con las que convivimos.

Presta atención a los tres grandes enemigos de la realización plena: la negación, el engaño y la culpa. Si niegas tu responsabilidad, te engañas a ti mismo y buscas culpables en todos sitios menos donde deberías, ya tienes una pista. <

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El curioso experimento de los caramelos


A través de un programa de televisión se decidió proponer a los padres que gastaran una broma a sus hijos diciéndoles que se habían comido sus caramelos de Halloween. Se les pidió que grabaran sus reacciones y enviaran el resultado para elaborar un montaje. Como era previsible, la mayoría de los niños (entre los 3 y los 6 años de edad) reaccionaron con lloros y expresiones de rabia. Los mayores habían cometido una injusticia tomando algo que no era suyo. Lo vivieron como un abuso; pero no todos lo encajaron así. Algunos niños se quedaron impactados por la acción de los adultos y reaccionaron con cautela, incluso conteniendo las lágrimas. Y los menos, aceptaron la situación y se limitaron a expresar sus emociones: no estaban muy contentos, desde luego, pero proponían que al menos el próximo Halloween en lugar de zampárselos todos, los compartieran con ellos.

Es un experimento y en realidad sólo sirve para pensar. ¿Quién desarrollará un mejor carácter? ¿quién vivirá menos frustrado por el peso de las injusticias? ¿quién empatizará mejor? ¿quién se derrumbará menos en la adversidad? ¿Está en los genes la reacción instintiva? ¿influirá algo la educación que haya recibido cada niño y el lenguaje familiar cotidiano?

En el futuro estos niños vivirán muchas situaciones frustrantes.¿Les servirán de algo las frases hirientes, los insultos, la negación del amor (ya no te quiero, no te voy a querer nunca más) o como alguno de ellos hace arrojar cosas contra el abusón con auténtica ira? ¿Cómo deberían protegerse algunos niños del vídeo de sus reacciones instintivas y primarias? ¿habrá adultos que les enseñen con paciencia a reconocer sus sentimientos y expresarlos con mejores resultados para ellos mismos?

Otra pregunta interesante sería: ¿cuál es el comportamiento habitual de los padres de cada uno de esos niños? o mejor aún: ¿Cómo reaccionarían los adultos si sus hijos se comiesen y bebiesen algo para ellos muy apetecible y deseado? ¡Habría que verlo! Aunque tengo la intuición, porque así lo revelan las investigaciones sobre la frustración, que las reacciones de estos mayores se parecerían muchísimo a la de sus hijos. Muchos comportamientos que consideramos obra de la genética lo son más de una educación sana por parte de personas que han sido a su vez educados para ser aceptados, comprendidos y guiados en el difícil arte de vivir con plenitud. Curiosamente, los padres mejor entendidos por sus hijos en la grabación les hacen preguntas a estos sobre sus sentimientos, indagan con cautela y franqueza sobre si podrán perdonarlos. Esta parte me parece especialmente útil ¡y reveladora!

Tal vez haya sacado una conclusión equivocada y mis deducciones tengan poco que ver con la realidad. Ni soy pedagoga ni psicóloga. No obstante, sigo con gran interés todas las investigaciones científicas sobre el comportamiento humano y desde el famoso experimento de Walter Mischel (Se le pidió a una serie de niños que aguantaran diez minutos sin comerse una nube y en premio recibirían otra más) está claro que toda persona que sabe esperar para obtener una recompensa mejor, adquiere un mayor equipaje contra la frustración, obtiene mejores resultados personales y profesionales a la larga y no está permanentemente colgado del chute del corto plazo. Esto es lo que Walter Mischel averiguó siguiendo el día a día de estos niños durante su infancia, adolescencia y buena parte de su vida adulta. Ulises, el héroe, sabía lo arduo que resulta escapar a una tentación, así que pidió ser atado a un poste para resistir el encantamiento de las sirenas y proseguir su viaje. Aprendamos de los mitos y de su enorme sabiduría. Como los niños de Mischel que se distrajeron para ignorar la nube de a discordia y obtuvieron su recompensa duplicada.