Fotograma de la película: Un hombre tranquilo
A menudo nos comportamos como los niños impacientes del experimento de Mischel. La razón es sencilla: nuestro cerebro busca incansablemente satisfacciones inmediatas. Cada vez que actuamos así el sistema uno de nuestro pensamiento, el fácil, grita: ¡lo quiero y lo quiero ya! La cuestión es que un objetivo a corto plazo resulta muy energético porque supone un gran impulso y el logro nos ilusiona. Ahora bien ¿qué sucede cuándo ese objetivo cortoplacista no contempla la visión a largo plazo?
Sencillamente, nos perjudica. Para evitarlo conviene hacerse las tres preguntas mágicas:
1. ¿Lo que estoy haciendo fomentará lo que es mejor para mí a largo plazo ?
2. ¿Desarrollará mi carácter y mi integridad personal?
3. ¿Permitirá que se realice mi más profundo y auténtico yo?
Veamos el significado de estas tres preguntas
La primera se refiere al auto conocimiento. ¿Ayudará esta decisión a lo que persigo infatigablemente día tras día: una vida más consciente y de mayor florecimiento? Implica no ignorar las consecuencias de nuestros actos. Podemos equivocarnos, eso sí, pero en definitiva hemos sopesado nuestras posibilidades y actuamos para conseguir acercarnos a nuestra mejor vida posible.
La segunda se refiere a no introducir engaños para que la realidad se adapte a nuestro gusto. Esas “pequeñeces” o “esos no pasa nada” con que tratamos de disfrazar nuestros actos para eludir la mala conciencia e incluso para eliminarlos del todo contribuyendo al falseamiento de nuestra voluntad. (Quizás de las tres preguntas ésta sea a la que más atención debamos prestar porque es el gran pretexto de los hedonistas: ¡venga otro chute, más! «Bueno, qué importa al fin y al cabo, si nos vamos a morir. Vida no hay más que una»).
La tercera se refiere a excavar, quitar capas de encima, para llegar a lo que de verdad importa. Nuestras decisiones quieren tener en cuenta nuestros valores para no caer en el error del lamento. Mantener la palabra, hacer lo que ha dicho que va a hacer, comprometerse con las acciones emprendidas favorece a la larga nuestros intereses personales. Y lo que es aún más importante, este comportamiento crea un entorno sano para las personas con las que convivimos.
Presta atención a los tres grandes enemigos de la realización plena: la negación, el engaño y la culpa. Si niegas tu responsabilidad, te engañas a ti mismo y buscas culpables en todos sitios menos donde deberías, ya tienes una pista. <