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Carta de un hijo a un padre


jodorowski

Alejandro Jodorowsky y su hijo Adán

Hay cartas escritas a tumba abierta, sin dejar nada en el tintero. Hay cartas como la de Kafka a su padre que te traspasan ese dolor agudo de la pequeñez y la incomprensión. Y también hay cartas, como ésta de Adán Jodorowsky a su padre, Alejandro, que te transmiten el amor y al compartir un espacio de intimidad con el lector te hacen el regalo de la reflexión.

Carta a mi Padre:

Querido padre, Alejandro, tú que siempre pensaste que llamar a su padre «Papá» era un error. Que Papá y Mamá eran las primeras palabras que podía pronunciar un bebé y que llamar a sus padres así siendo adulto era mantener preso a sus hijos como niños. Tu que me decías «no me llamo Papá, me llamo Alejandro, yo no te llamo adad, dada o adadá..»

Escribo esta carta públicamente porque quiero que el mundo sepa que el amor entre padre e hijo existe. Veo en el planeta cientos de casos con padres ausentes o que no aceptan a sus hijos como son. Por eso hoy quiero que el mundo sepa cual puede ser una verdadera relación de amor y respeto. Espero le pueda servir a este planeta. Que sirva de ejemplo para que el mundo se transforme en algo mejor y dejen de crear guerras que son productos de rabia contenida.

Llamarte Alejandro no me quitó nada, al contrario, no te vi como una figura emblemática, ni como un ser superior, pero si como un aliado, un ser lleno de bondad. Llamarte Alejandro es lo más tierno y maravilloso del mundo. Sentirme diferente de los otros niños me dio un gran sentimiento de fuerza. Nunca me educaste con miedo, nunca me pegaste. Me hablaste, me explicaste y te preocupaste de enseñarme tus pensamientos dejándome libre de ser el que yo tenía que ser y no el que tu querías que yo sea. ¿Te acuerdas? Te sentabas al lado de mi, leyendo cuentos japoneses para iniciarme a una filosofía de vida.

Has formado mi mente para prepararme como un guerrero a recibir los golpes de la vida, a recibir discursos estúpidos, a recibir la imbecilidad humana. Pero me enseñaste también a reconocer la belleza dentro de la fealdad.

Me acuerdo que un día me dijiste «te voy a enseñar a pensar». Estábamos en España, de vacaciones en una isla. Y todas las mañanas me dabas clases para pensar. Todo padre debería enseñar a su hijo a pensar. Un niño no es tonto, es como una esponja, lo que le enseñas le queda para toda la vida y lo necesita. Gracias a eso, me marcaste para siempre.

«¿Qué es Dios?, ¿Qué es el Universo?, ¿Cuál es nuestra finalidad en este Universo?, ¿De dónde vengo?, ¿Hacia dónde voy?, ¿Soy un cuerpo con alma o un alma con un cuerpo?. Tu verdad es una verdad pero no la verdad…».

Me enseñaste a hablar como un ser consciente y delicado. Cuando era niño me hablabas suavemente, como adulto y no me infantilizabas con voz de dibujo animado. Los padres suelen hablar a sus hijos como si fuesen muñecos, pero tu, me hablaste como un ser humano.
Luego, me enseñaste a comunicar con los otros y en lugar de afirmar algo en una conversación, me enseñaste a decir antes de empezar una frase: «según lo que yo pienso y me puedo equivocar». En una pelea, en lugar de acusar al otro, me enseñaste a decir lo que siento y qué me produce esa discusión.

Nunca me hiciste parte de tus angustias económicas, para que el dinero no sea un peso para mi. He vivido en un paraíso. Un niño tiene que ver la vida como un paraíso. Lo contrario lo convierte en un ser angustiado con miedo a enfrentar su existencia.
Cuando tenía rabia, en lugar de contenerla, me llevabas por la mano en el jardín y me hacías destrozar una silla en mil pedazos. No puedes saber la alegría que era para mi destrozar esa pobre silla. Yo te decía: «pero si la rompo ya no vamos a tener silla…» Y tu me decías que no importaba, que ibas a comprar otra. Para ti lo material no tenía ninguna importancia, ningún valor. El único valor que veías estaba en el ser humano.

En lugar de reprimir mi creatividad, me comprabas pinceles para que pueda pintar en las paredes de mi cuarto. Nunca me prohibiste nada. Cuando hacía un error, hablábamos sobre él y lo arreglábamos. Confiabas en mi, en mis propios limites que me imponía a mi mismo.
Podía hacer y preguntar de todo. Era un niño y se hablaba abiertamente de sexo, sin que la moral religiosa nos haga creer que es algo insano.
Y es cierto, todo lo que te pedí y me diste en la infancia, me sirvió. absolutamente todo. No pusiste ningún limite a mi creatividad. Me enseñaste a meditar, me pasaste libros. Aunque tu y mi madre se separaron cuando yo tenía 8 años, nunca me hablaste mal de ella. No intentaste destruir mi mirada de amor hacia ella. Creaste entre mis hermanos y yo una relación de amor. Sin competencia. Queriendo a cada uno de manera diferente.

Me enseñaste a pensar, a creer que todo era posible en la vida. ¿Y cómo?. Te voy a recordar cómo. Un día nos paseamos por las calles en París buscando un par de zapatos, y hasta que no encontraba el par perfecto, no nos íbamos a dejar vencer. Entramos en quince tiendas ese día, hasta encontrar lo que realmente quería. Gracias padre de mi corazón, gracias a eso hoy en día, hasta que no esté satisfecho con lo que estoy creando, no me dejo vencer.

Me enseñaste también que cuando no se logra algo, se puede tomar otro camino que lleve a lo que deseas.Cuando me tropezaba en la calle me decías “¡Samurai!” Para que cada paso, cada mirada mía en este mundo sea consciente. El Samurai no se distrae nunca. Me siento vivo Alejandro, tan vivo.

Nunca te vi deprimido, ¿te das cuenta?. Nunca te quejaste ni te dejaste vencer por el peso de la vida. Nunca me hiciste parte de tus angustias. Me enseñaste a ser alegre, a pensar que la vida era una fiesta. Me enseñaste a no fumar cuando los adolescentes empezaban a fumar, me explicaste que yo era un niño seguro de mi mismo, que no necesitaba un cigarro para seducir, ser adulto o ser aceptado por los otros. Me sentía fuerte, tan fuerte. Me enseñaste a amarme, a respetar mi templo, mi cuerpo.

Te vi escribir toda mi vida ocho horas diarias, dedicado a tu arte. Encontraste el amor a los 75 años, conociste a Pascale, tu mujer. Y es la historia más bella que he visto en mi vida. Me hiciste creer en la unión de dos personas. Ahora tengo fe en la pareja a cualquier edad.

A veces me preguntas: «¿Como te sientes mentalmente, corporalmente, sexualmente, emocionalmente?». Te comunicas con mi ser entero. Cuando llego a tu casa, me siento frente a ti y me miras, me cuentas tu vida, me preguntas sobre la mía e intentas que nuestros monólogos duren el mismo tiempo. Que la conversación sea equilibrada. Que uno no hable más que el otro.Te preocupas por mi sin invadir mi espacio. Pero me dices siempre que me amas. Todo padre tendría que decir a su hijo que lo ama.

Cuando era niño y te ibas de viaje, me llamabas todos los días, aunque eran dos minutos. Era nuestro trato. Sentí tu presencia. Siempre sentí que podía contar contigo. Cuando decías algo, lo cumplías y no puedes saber lo importante que es para un niño que su padre cumpla lo que diga. Una vez me fui de vacaciones con la escuela, y me sentí tan mal con los niños, me sentí tan diferente a ellos que te llamé llorando. En la noche misma llegaste con tu coche. Hiciste 400 kilómetros para sacarme del infierno. Y regresamos juntos la noche misma. Cantando. Decías que un niño no debe sufrir, que sus primeros años son sagrados.

Siempre olías mi pelo y mi piel diciendo que olía maravillosamente bien. Siempre me dijiste que iba a ser alto, que tenía talento, que era bello, que era un príncipe. Me acariciaste, me tocaste, me abrazaste. Fui un ser amado. En la mañana tocaba a tu puerta y corría a acostarme al lado de ti y me abrazabas. Yo, la cabeza sobre tu pecho escuchando tu respiración y tu corazón latiendo. Luego íbamos a desayunar en frente de la casa, en un café, y me hablabas de libros, de cine, de los descubrimientos que hacías, de las nuevas ideas espirituales que habías pensado. En este momento estoy llorando de emoción porque nunca me había tomado el tiempo de decirte todo esto. Eres un padre maravilloso. Mis lágrimas corren, esas lágrimas son gotas de amor.

Siempre me llevaste contigo en tus conferencias, en tus seminarios, te vi hacerle bien a la gente, darles sonrisas, calmar miedos. Hemos colaborado en teatro, en cine, en mis canciones. Qué maravilla poder crear algo con su familia.

Cuando tenía una duda siempre estuviste presente. Tan presente que hoy en día si ya no estuvieses a mi lado, escucharía tu voz en mi mente aconsejándome. Te tengo marcado en mi como un tatuaje para siempre.

Me salvaste Alejandro, en este caos que es la vida, en esta locura donde vivimos, me mostraste lo más bello. Me alejaste de todo pensamiento burgués, de toda ilusión, de todo pensamiento religioso, de toda moral, me enseñaste a no tener límites. Me enseñaste que soy un ser libre. Libre de la locura humana, libre de guerras, de miedos, me enseñaste que la realidad donde vivimos no es la única realidad, me enseñaste que mi territorio no es una casa, un país o un mundo, sino el universo entero, el infinito.
¿Por qué me hacías pintar en las paredes de mi cuarto? Me lo he preguntado mucho. ¿Por qué dejarme esa libertad de hacer lo que quería en mi habitación?. Entendí que me enseñabas a crear, a liberar mi mente, vivir sin ataduras, sin paredes. Esas paredes eran ilusorias, invisibles y pintándolas podía pasar a través de ellas.

Me enseñaste a hablar, ni poco ni demasiado. Me enseñaste a respetar el campo energético de los otros. Me enseñaste a contar con las cartas del Tarot. Y me mostraste que los símbolos son arte. Me enseñaste que la vida es mágica y que el milagro está por todos lados. Me enseñaste que Dios es una energía que nos acompaña, y no un ser severo inventado por escritores.
Me abriste una cuenta en una librería y gracias a ti descubrí la poesía.¡La poesía! Me acuerdo que nos sentábamos todos en la mesa del comedor, y cada uno de nosotros leía su poema.

Nunca tuviste amigos inútiles, la única gente que entró en tu casa fue la que querías ayudar o personas con talento. Poetas, filósofos, cantantes, doctores, zapateros, santos, todo tipo de gente pero con alma y contenido. Nunca perdiste tu tiempo en conversaciones vacías. Nunca te he visto borracho ni drogado. Solo te vi desarrollar tu mente y tu talento de forma positiva con finalidad de cambiar el mundo y aportarle algo.
Te sentiste durante años un escritor fracasado, y mira lo que lograste. A los sesenta años te liberaste de ese sentimiento y publicaste más de treinta libros, hoy tienes ochenta y cinco años y eres un escritor completamente realizado. Todo eso por creer en ti. Qué ejemplo. ¡Cuanta gente no cree en lo que es, buscando una salida, buscando felicidad sin ver que todo el contenido está vibrando en ellos desde siempre!.

Me hablaste de la vejez como algo bello y gracias a ti disfruto cada año que cumplo sin temerle a la muerte. Gracias a ti veo que todo es posible en esta vida, en cualquier momento.Veo el amor que tienes en tus ojos, veo el amor en ti cuando me miras, me amaste y diste tanto que te amo sin limites. Tu creaste este ser que te está escribiendo. Tu creaste mi amor hacia ti.

Aplicaste perfectamente esa frase que escribiste y resultó ser verdadera:
Lo que das te lo das, lo que no das te lo quitas.
Gracias por haberme regalado esta vida.
Tu hijo Adán que te ama.

Fuente: larutadelailuminacion.blogspot.com.es

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Una gota de agua en un océano


MICROCAMBIOS

Me atraen los retos, las cuestiones que te conducen a la pregunta: ¿qué haría yo si estuviera allí? ¿Qué haría yo si fuera un pasajero del metro de Perth y un tipo me invitase a salir de mi zona de confort retándome a expresar cuán libre me siento? ¿Aceptaría la invitación de bailar con el extravagante joven o me me quedaría sentada? Seguramente no sería de las primeras en dar el paso de  salir a bailar. Primero esbozaría una sonrisa atónita por el desparpajo del chico y lo insólito de la situación, luego seguro que me lanzaba al pasillo contagiada por la energía positiva del ambiente y la locura momentánea. ¿Y tú, qué harías tú? ¿Te atreverías a salir de la zona de confort? En el vídeo unos se lanzan a la diversión, otros se sonríen y los menos permanecen sentados indiferentes,  incluso algún viajero considerará  la improvisación una mamarrachada en toda regla…  Pero, fíjate en la filosofía de Peter Sharp, el protagonista de este vídeo:

«La creación de arte se ha convertido en una prioridad compartida con gente de todo el mundo para unirnos en algo que demuestre  que es posible un futuro mejor y más armonioso. Mi razón de vida apunta hacia la participación de las comunidades en actividades lúdicas que permitan  a la gente compartir actos de amor y bondad con los demás.

Cada día hay una oportunidad para restaurar nuestra Fe en la humanidad con actos de amor y amabilidad. Me mueve la pasión de crear cambios positivos en el mundo  para mí mismo y para los demás».

http://petersharp.com.au


PINCHA AQUÍ PARA VER: Sorprendente vídeo de Peter Sharp: TODOS A BAILAR

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25 razones para leer


 

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Hoy toca la lectura, mi tema favorito. En junio del 2013 garabateé  en mi blog  Nuncatehagaslibrero  25 razones para leer.  Me gustan tanto los libros que de vez en cuando me detengo  a pensar en la naturaleza de ese amor tan apasionado y fiel. Me pregunto por qué soy tan adicta, qué es lo que me engancha tanto y me enamora de leer… Las razones que esgrimí entonces son igualmente válidas hoy. Me gustaría, microcambieros, conocer vuestras razones lectoras, si es que las tenéis y os apetece compartirlas. De haber podido elegir una patria, os aseguro que la mía sería Nación Lectura porque en ella están todas las razas, las lenguas, las culturas (mayoritarias y minoritarias) todos los tiempos y épocas, todas las geografías… En Nación Lectura me sentiría como pez en el agua, rodeada de millonarios, como yo, cuya mayor posesión en la tierra sería apetito de conocer y tiempo de saborearlo. Y esto es todo.

1.¿Hay que tener una razón?
2. Pasar más tiempo con algo que no te da la tabarra
3. Recibir una lección de historia gratuita
4. Conocer a gente curiosa y peculiar
5. Hallar almas gemelas
6. Ayudar a un autor/a a vivir de su talento
7. Sentir un chute de gratificación
8. Holgazanear un poco sin tener que justificarte
9. Abrir la ventana del alma y dejar entrar aire puro
10. Conocer algo extraño y curioso
11. Aparcar la realidad durante un tiempo o vivir en el limbo a perpetuidad
12. Encontrar preguntas interesantes
13. Hallar respuestas sin proponértelo
14. Coleccionar amigos invisibles
15. Encender la chispa
16. Comentar libros con otros apasionados
17. Ampliar la curiosidad con autores que ni te suenan
18. Medicarte de forma barata para un mal incurable
19. Hacer terapia low cost
20. Disfrutar del auténtico lujo
21. Enamorarte
22. Cultivarte
23. Retirar la atención de los demás
24. Viajar astralmente
25. Tener libros a la vista o encerrados en un pequeño aparato algo siniestro

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¿Dónde está el oro?


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Mi misión es encender la chispa, por  eso dedico mi tiempo y esfuerzos a compartir con los demás todos los recursos que encuentro útiles para ampliar la conciencia y generar cambios que faciliten la vida de las personas e incrementen su bienestar.  Este es un enlace interesante con centenares de aportaciones en todos los soportes. Te invito a que investigues por tu cuenta y amplies tu caudal de información. Y de paso, te hagas más rico en sabiduría.

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Para encenderse y no apagarse ¡jamás!


Este es un regalo que he recibido de una persona muy querida, mi cuñada Bea. Se acordó de mí viendo el vídeo y me lo envió.

Y este  es el efecto del que escribo en Microcambios cada día. Pequeñas cosas, pequeños cambios, pequeñas victorias… Victor es una bombilla de muchísima luz. Ya había visto antes otras charlas suyas  y también supe que había publicado un libro, lo cual es fantástico. Realmente es una persona tan motivadora  que, con sus argumentos,  te lanza directamente  a la acción. No os lo perdáis.

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Un impulso de felicidad instántaneo


La red sirve, entre otras cosas, para compartir buenas creaciones, propias y ajenas. Este vídeo corrobora la tesis de que la amabilidad incita a la amabilidad y que practicarla a diario cuesta poco y encima incrementa el grado de felicidad personal instantáneamente. Esto me ha ocurrido con solo verlo. La empatía consigue milagros. Gracias a Ana Galarza que lo subió a su facebook y me hizo este regalo, tan amablemente. No te pierdas el blog http://lifevestinside.com/

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Sobre la bondad


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Ilustración: Andrew Groves

Hay algo hipnótico en las personas bondadosas, una especie de necesidad de estar en su compañía, de frecuentarlas y penetrar en su esencia. La bondad tiene algo de inaprensible, de fuerza experiencial. Es difícil que case con la razón porque su lenguaje choca una y otra vez contra la lógica del «dar para recibir». Pocas veces se manifiesta con palabras porque su esencia es «el hecho», la demostración. Surge de la profunda penetración en el otro, de comprender sus necesidades y actuar. La bondad está en las antípodas de la mentira y la impostura; en tanto a genuína expresión de amor, casa muy mal con el fingimiento. La bondad es la cualidad que más valoro en un ser humano.
Cuando me tropiezo con ella, encajada en uno de estos seres especiales que la poseen y hacen de su práctica una misión de vida, yo misma me siento más humana, más cercana al concepto de amor. Porque nos mejora, porque nos contagia, porque es una lección silenciosa, manifiesto mi rendida admiración a todos los bondadosos/as del orbe. Gracias a ellos jamás pierdo la confianza en la naturaleza humana.

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¡Te envidio, chico del semáforo!


Admiro de verdad al chico negro que se coloca en el semáforo de al lado de mi casa. No sé si canta bien o mal, porque nunca me he fijado en la musicalidad de sus canciones. Lo que más me asombra es su dominio de la situación: no sólo canta sino que al mismo tiempo sonríe. Y la impresión que deja en el interlocutor es que no le pueden ir mejor las cosas. Observo que todo el mundo habla con él y le saluda. Llegan los repartidores y se paran a preguntarle cosas y él dice: hoy ha hecho un poco de frío pero biennnn y alarga el bien hasta que se le derrumba la palabra en el parapeto de los dientes. Si no le das dinero ni le compras nada, te sonríe igual y te saluda como si le hubieras dado todo lo que tenías. Inexplicable. Su forma de subir la mano y expresar de forma gestual algo así como: “no pasa nada ni te preocupes” me fascina. Como lo veo casi todos los días, me he sorprendido bastantes veces pensando: hoy lo pillo in fraganti, hoy no sonríe, ni canta; ¡tiene que ser humano este chico! Pero hasta ahora él lleva ganado todos los tantos. Pronto, pienso, se contagiará de nuestros malos modos, de nuestra inexpresividad, de nuestras prisas por llegar adonde sea.

Me intriga cómo habrá sido su educación, en qué habrá contribuido la genética a esta actitud tan envidiable, qué secretos encerrará esa mente tan alineada con vivir de la mejor manera posible. Para mí es  un auténtico enigma.

Lo reconozco: envidio a este desconocido. Me hace bien verlo cada día. Y me doy cuenta de no está en mi semáforo porque sí. Está ahí para recordarme cuando salgo y entro que la tierra no gira alrededor de mí, que no se puede ser feliz si no das. No me engaño con ese pensamiento bobo de la envidia sana. Eso no existe. Lo que existe es querer lo que otro tiene aunque tu deseo no sea arrebatárselo sino compartirlo. Yo quiero la capacidad de este chico para transformar a la gente. Cuando empecé Microcambios, hace justo un año, no sabía muy bien adónde me llevaría el blog. Me sentaba a escribir y elegía temas según mi motivación y el interés por el asunto. Hoy sé algo valioso de él: no es su contenido sino la actitud con que se concibió (para dar, para compartir, para extender, para oír, para saberos presentes al otro lado de este mundo virtual) lo que lo dota de sentido. No se puede recibir sin dar. Os estoy muy agradecida, lectores de Microcambios, por recordarme que un yo centrado en los otros es mucho más interesante y pleno que un yo centrado en uno mismo.
¡Gracias!
Cecilia Monllor