La psicología acepta como una verdad incuestionable la predisposición a la negatividad de los seres humanos. Nuestras reacciones hacia lo malo son más rápidas, fuertes y persistentes que hacia lo bueno. Benjamin Franklin lo resume en esta cita: «no somos tan sensibles a la mejor salud como a la menor enfermedad».
¿Cómo actuar entonces sobre este efecto? El psicólogo Jonathan Haidt en su libro «La hipótesis de la felicidad» propone tres soluciones para aquellas personas cuya negatividad es tan acentuada que se dispara a la menor de cambio:
-Meditación: Consigue romper con los apegos y domesticar nuestra parte emocional
-Terapia cognitiva: Saca la caja de herramientas y consigue que los argumentos que inventamos para justificar creencias emocionales sean percibidos por la persona como lo que son: puras distorsiones emocionales.
-Prozac: Se puede decir que su prescripción funciona como unas lentillas en los ojos de una persona con vista pobre, pero funcional. Lejos de ser una traición al verdadero ser de la persona, las lentillas pueden ser un atajo razonable para el apropiado desenvolvimiento.
Ilustración: Pablo Amargo