Estoy leyendo el libro de Daniel J. Siegel: Mindsight y me he encontrado con la agradable sorpresa de que su autor es un médico que sabe escribir y comunicar. No es fácil trasladar a lenguaje divulgativo conceptos algo abstrusos como el funcionamiento del cerebro y de la mente, pero él lo logra y ha conseguido captar totalmente mi interés con el análisis de lo que él denomina el trípode indispensable para poder reflexionar: Apertura, observación y realidad.
Veamos de qué forma cada uno de estos aspectos nos da una cartografía de la mente muy sugestiva:
La apertura «se refiere a ser receptivos a todo lo que se presenta ante nuestra conciencia y a no apegarnos a ideas preconcebidas sobre cómo «deberían» ser las cosas. Abandonamos las expectativas y aceptamos las cosas como son en lugar de intentar hacer que sean como queremos que sean. La apertura nos permite percibir las cosas con claridad. Nos confiere el poder de reconocer los juicios restrictivos y liberar la mente de su yugo»
La observación «es la capacidad de percibirnos a nosotros mismos mientras vivimos un suceso. Nos sitúa en un marco de referencia más amplio y ensancha nuestra perspectiva en cada momento. Dicho de otro modo, la autoobservación nos permite ver el contexto más amplio en el que vivimos. Nos ofrece una vía para liberarnos de las conductas automáticas y de las respuestas rutinarias: al permitirnos ver nuestro papel en ellas, podemos encontrar maneras de cambiarlas.
La objetividad impide que nos veamos arrastrados por nuestros pensamientos y sentimientos. Utiliza la capacidad de la mente para ser consciente de que sus actividades presentes, como los sentimientos, recuerdos, creencias e intenciones, son pasajeras y no forman la totalidad de quienes somos. No son nuestra identidad. La objetividad nos permite desarrollar lo que a veces se llama discernimiento. Con el discernimiento podemos ver que los pensamientos y sentimientos sólo son actividades mentales, no realidades absolutas… el discernimiento incluye la capacidad de ser conscientes de que somos conscientes, sin perdernos en el objeto de nuestra atención. Esta «metaconciencia» o conciencia de la conciencia, puede liberarnos de la prisión de las reacciones automáticas.
Como lectura de fin de semana no está nada mal.