
Ilustración: Yuko Shimizu
Me gusta esta historia porque la interpreto como una brillante metáfora sobre la circulación del dinero; además, expresa a la perfección mis creencias sobre esta cuestión. Las parábolas y cuentos sirven para explicar de forma sencilla conceptos difíciles de entender en su totalidad.
«Un hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Casi sin darse cuenta llegó a una cabaña vieja, de aspecto desmoronada, sin ventanas ni techos. El pobre hombre encontró una pequeña sombra donde acomodarse para huir del calor y el sol del desierto. Al observar a su alrededor, descubrió una oxidada bomba de agua, se arrastró hacia allí, agarró la manivela y comenzó a bombear y a bombear sin parar… pero no sucedía nada.
Desilusionado, se apartó y entonces observó que a su lado había
una botella vieja. La miró, le quitó el polvo y leyó en la etiqueta: «Amigo, necesita primero precargar la bomba con toda el agua que contiene esta botella. Antes de marcharse, por favor, tenga la gentileza de llenarla nuevamente».
El hombre desenrosco la tapa de la botella, y ahí estaba el agua. ¡La botella estaba llena! De repente, se vio en un dilema… si bebiese aquella agua, sobreviviría sin duda, pero si decidía verterla en esa bomba vieja y oxidada, quizás obtuviera agua fresca del fondo del pozo, y pudiera beber toda la que quisiese, o tal vez no; tal vez la bomba no funcionaría y el agua de la botella se desperdiciaría. Incluso podría morirse de sed.
¿Qué debía hacer? ¿Verter el agua en la bomba y esperar a que
saliese agua fresca?, o ¿beber el agua vieja de la botella e ignorar
el mensaje que le había dejado un desconocido? ¿Debía perder toda aquella agua confiando en unas instrucciones, aparentemente poco confiables, escritas no se sabe cuánto tiempo atrás?
Con grandes dudas, el hombre derramó gota a gota el agua en la bomba, enseguida agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba empezó a rechinar y rechinar sin parar pero… ¡nada pasaba! La bomba siguió con sus ruidos y entonces surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente el agua corrió con abundancia, agua fresca y cristalina.
El hombre llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y bebió su contenido refrescante. Enseguida, la rellenó hasta arriba para el próximo viajante y enriqueció la frase:
«Créame:¡funciona!, usted tiene que dar toda el agua antes de
obtenerla nuevamente!»»
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