El lenguaje es una de nuestras posesiones más valiosas, por eso merece la pena invertir tiempo para utilizarlo en toda su riqueza y precisión. Por ejemplo, dos verbos como complementar y completar, que casi parecen iguales en su formulación escrita difieren bastante de su significado, pues aunque una persona pueda complementar a otra no puede completarla. Sólo uno mismo puede completarse, la acción recae en ti, nadie más puede hacerlo.