Me gusta explorar. A menudo en mis exploraciones encuentro hallazgos. Los hallazgos se comportan como pelotas de ping-pong: doing, doing, aquí, allá, rebote, fuera de mesa… Así es como me he tropezado con el blog de Natalia Martín Cantero, siguiéndole la pista al discurso de George Saunders en la Universidad de Syracuse y de ahí extraigo esta pequeña recensión, de lo más inspiradora.
«Cuando somos jóvenes, estamos ansiosos –de forma comprensible– para saber si seremos capaces: ¿Tendremos éxito? ¿Podremos construir una vida para nosotros mismos? Pero tú –en particular tú, de esta generación, quizá hayas notado una cualidad cíclica en la ambición. Te esforzaste en el instituto con la esperanza de acceder a una buena universidad; te esforzaste en la universidad con la esperanza de tener un buen trabajo; te esfuerzas con el trabajo…
Y está bien. Si nos vamos a hacer más amables, tenemos que tomarnos a nosotros mismos en serio; como hacedores, soñadores.
Pero el logro no es fiable. ´Tener éxito´, signifique lo que signifique para ti, es duro, y la necesidad de tenerlo constantemente se renueva a sí misma. El éxito es como una montaña que continúa creciendo a medida que vas escalando, y existe el riesgo, muy real, de que tener éxito ocupe toda tu vida, mientras las grandes preguntas no son atendidas.
De modo que este es el consejo del final de la charla: ya que, según he dicho, tu vida va a ser un proceso gradual de convertirte en más amable y más amoroso, date prisa. Aceléralo. Comienza ahora mismo. Hay una confusión en cada uno de nosotros. Una enfermedad, podría decirse: el egoísmo. Pero también hay una cura. Así que sé un buen, activo e incluso algo desesperado paciente por tu propio bien: busca las más eficientes medicinas anti-egoísmo, energéticamente, para el resto de tu vida.
Haz cosas ambiciosas –viaja, hazte famoso, innova, lidera, enamórate, haz y pierde fortunas– pero mientras lo haces, hasta donde puedas, equivócate en la dirección de la bondad. Haz esas cosas que te inclinan hacia las grandes preguntas, y evita las cosas que te reducirían y te harían trivial. Esa parte luminosa tuya que existe más allá de la personalidad –si quieres, tu alma– es tan brillante y resplandeciente como cualquiera que haya existido. Tan brillante como la de Shakespeare, tan brillante como la de Gandhi, tan brillante como la de la Madre Teresa. Limpia todo lo que te separa de este lugar secreto luminoso. Cree que existe, llega a conocerlo mejor, nútrelo, comparte sus frutos incansablemente».
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Sofia, thanks