Estoy leyendo el libro «Morirse de vergüenza» de Boris Cyrunlnik y me he tropezado con esta consideración: » Una tendencia genética no es inexorable, una herida se inscribe en la historia, no es un destino» y me ha parecido que expresa de una forma muy bella que no todo podemos achacarlo a los genes. En cualquier caso, el destino está compuesto por millones de movimientos hacia diferentes direcciones ¿por qué entonces refugiarse tan a menudo en los «yo soy así, eso no puede cambiarse?» Como apunta Cyrunlnik una herida se inscribe en una historia, pero nada más, siempre se pueden agregar nuevas historias y cambiar la letra del guión.
Del libro destacaría el análisis de la vergüenza como representación mental que toma forma cuando descubrimos que existe el mundo del otro y comenzamos a notar su mirada y a vernos reflejados en ella. Muy recomendable para curiosos y para aquellos lectores interesados por la genética y la epigenética.