«Es que esto no me gusta», suelen decir los niños cuando les pides algo que les fastidia hacer. Entonces el adulto pone cara de circunstancias y dice aquello de: «hay que hacer las cosas, tanto si te gustan como si no». Y, o bien se zanja la disputa, o se echa leña al fuego con nuevas argumentaciones. Hay una fórmula mágica para canalizar esta protesta y consiste en formular la pregunta ¿quién hace lo que no te gusta? Responderla te obliga a pensar. De paso, descubres que ciertas cosas que te disgustan estás obligado a hacerlas por el simple hecho de que no hay posibilidad de que te sustituyan. Pero otras sí. Y aquí es cuando Gracián aconseja: » hacer uno mismo todo lo que agrada a los demás; por terceros lo que disgusta».