Fotografía: Hugh Laurie
Quejarse es algo que hacemos a menudo y con una enorme facilidad. A pesar de los buenos propósitos, en cuanto bajamos la guardia un segundo, ahí está la queja monda y lironda.
¿Se puede hacer algo al respecto? ¡Sí! ¿Algo fácil? ¡No! Pero todavía cuesta más abordar la cuestión si no contamos con un plan.
Mi plan en siete puntos incluye: reducir quejas, hacerse adicto al «también pasará», asumir que tal vez solo sea estupendo para ti lo que tú quieres, dejar lo perfecto para los demás y perseguir lo bueno para ti, consignar por escrito los progresos como herramienta de medición de resultados, estar receptivo/a al cambio y contar con un plan de rescate
1.Tomar la decisión de reducir quejas es un primer paso importante. Al principio funcionará mal. Lo normal es que las quejas se vayan acumulando como pilas de tomates, pero al haber decidido cambiar, y al existir un compromiso contigo mismo/a, resultará más sencillo retornar a los buenos propósitos. El humor ayudará en esta primera fase. Considerarse un Calimero en rehabilitación nos permitirá abrirnos al cascarrabias cansino que en realidad somos.
Si eres de este mundo y has experimentado abordajes sucesivos de personas con ganas de «desahogarse» que han tenido el detalle de regalarte una catarata de ominosas quejas (seguramente te habría gustado solventar los encuentros poniendo pies en polvorosa) sabes bien de lo que hablo. Pues bien, ese plomo insoportable resulta que es un fiel retrato de tu estampa andante, así eres tú también contigo mismo y a veces con los demás. Así que antes de abrir la boca y soltarle el mono al prójimo, recuerda que tú tienes un plan anti-queja. Si se te escapa la queja, pues que se le va a hacer, asume que no eres perfecto/a y adelante.
2. Hazte adicto al milagroso: también esto pasará. El mundo no es un lugar lleno de gente que quiere fastidiarte únicamente a ti. Las reglas que rigen el universo regulan millones de asuntos que no incluyen tus quejas. Así que haz algo grande como ocuparte de lo que te contraría y prepárate para disfrutar de una experiencia maravillosa. Actúa ya.
3. Asume que los demás no siempre quieren lo que tú quieres. Dalo por bueno y a lo tuyo. No te empecines en que tienes la razón sí o sí. Tal vez la tengas y tal vez no. Exponer con claridad tus opiniones para cambiar algo construye. Quejarte sin más no sirve para nada, salvo para incordiarte o incordiar a otros.
4. Lo perfecto es enemigo de lo bueno. ¿Cuando es perfecto? La experiencia te dice que suficiente es bueno es óptimo.
5. LLeva un diario de progreso como estrategia diez. ¿Qué apuntarías sobre tu experimento?¿En qué momentos te has apuntado un tanto? ¿En qué otros te ha ganado por goleada tu Calimero?
6. La naturaleza es sabia. Heráclito nos lo advirtió hace siglos: lo único permanente es el cambio. Acostúmbrate a que la silla no esté en el sitio en que la dejaste para sentarte con la máxima comodidad cuando la necesitaras. Habrá otros asientos, descuida. No gastes valiosas energías en recordar cómo era tu silla y lo mucho que te gustaba. Alégrate de haberla disfrutado.
7.Tener un plan es mucho mejor que improvisar o cruzarse de brazos. En caso de despiste o metedura de pata, sabremos qué hacer para volver al camino. (Paso del 1 al 6).