La vida está llena de pequeños gestos de atención y amabilidad. Sólo basta poner el foco en ellos para aumentar el caudal de felicidad. Es algo tan nimio, y al mismo tiempo tan satisfactorio, que se puede llenar toda una existencia con estos humildes gestos del prójimo. Esta noche, cuando una persona atenta (y desconocida) me ha pasado un abrigo para que no pasara frío en la intemperie mientras fumaba con un amigo en el jardín de su casa, he pensado cómo marca la diferencia pensar en las necesidades de los que te rodean. Esta persona me ha enseñado una lección de aprecio sin necesidad de palabras. Hoy he aprendido algo importante que me gustaría practicar más a menudo.
Ilustración: Fideli Sundqvist