En una ocasión un alumno se presentó ante Socrates con intención chismosa. Adivinando sus intenciones el griego le preguntó: ¿estás seguro de que lo que me vas contar es verdad? Ante las dudas de su interlocutor volvió a preguntar: ¿le beneficia a esa persona tu comentario? Como el interlocutor reconoció que no, planteó una última cuestión: ¿ y me servirá a mí de algo tu información? Despejada las dudas al respecto el maestro resolvió que si no era cierto ni bueno ni útil para nadie, entonces ¿para qué saberlo?
La próxima vez que se me presente un o una cotilla o me vengan las ganas de chismorrear tendré en cuenta los consejos de Sócrates.