Si uno lee la vasta literatura moderna de confesión y auto análisis, llega a la conclusión de que escribir una obra de genio es una hazaña de dificultad casi prodigiosa. Parece muy improbable que salga entera de la mente del escritor. En general las circunstancias materiales están en contra. Los perros ladran, la gente interrumpe, hay que ganar dinero, se resiente la salud. Además, acentuando todas estas dificultades y haciéndolas más difíciles de soportar, está la notoria indiferencia del mundo. El mundo no le pide a nadie que escriba poemas o novelas o cuentos; no los necesita. Al mundo no le importa si Flaubert encuentra la palabra adecuada o si Carlyle verifica escrupulosamente este hecho o aquél. Naturalmente no va a pagar por lo que no desea. Y así el escritor, Keats, Flaubert,Carlyle, sufre, especialmente en los años creativos de su juventud, todas las formas de la desesperación y el desaliento. De esos libros de análisis y confesión surge un grito de agonía,una maldición. «Poderosos poetas que mueren en medio del sufrimiento»… Ésa es la materia de su canto. Si a pesar de todo esto aparece algo, es un milagro, y probablemente no hay libro que nazca entero y sin daños, tal como fue concebido.
Virginia Woolf
Una habitación propia Sigue leyendo «Confesiones de escritores»