Este es un curso barato, práctico y solo requiere una inversión mínima: poner en práctica tres reglas esenciales.
Paso número uno:
-No prometas cuando estés eufórico. Sobre todo, porque nadie te lo ha pedido. Esta es una trampa en la que te metes solito o solita sin necesidad de culpar a nadie. Cuando las endorfinas se disparan y estás en el séptimo cielo prometes todo lo prometible y luego te arrepientes. Así de sencillo. Regla número uno: Promete cuando estés en un estado neutro y puedas asumir lo que deseas ofrecerle al otro.
Paso número dos:
-No contestes cuando estés furioso. Ya lo dice el dicho: «si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza». Si permites que te salgan de la boca sapos y culebras es que estás reaccionando y no respondiendo. Reaccionar y responder no son lo mismo. El que reacciona es víctima de sus emociones; el que responde, o se calla (que también es una respuesta), o sin reprimir su capacidad de contestar, cuenta hasta diez antes de abrir la boca, tiempo oportuno para que el flujo respiratorio se normalice y disminuya el nivel de adrenalina disparada. Así que Regla número dos: Aprovecha el consejo de los sabios Toltecas y «Se impecable con tus palabras». (Ya no digo nada de tus actitudes y comportamientos porque va implícito).
Paso número tres:
– No decidas cuando estés triste. En su obra, Santa Teresa de Jesús escribió una máxima impecable: «en tiempo de zozobra no hacer mudanza». ¿Se puede expresar mejor? Para cambiar una situación hace falta un poco de rabia y cansancio, ese conocido «basta ya» o «hasta aquí hemos llegado» que todos hemos pronunciado alguna que otra vez. Sin embargo, cambiar desde la tristeza es desaconsejable. Primero es necesario sentir esa tristeza y aceptarla. En un segundo momento ya vendrá el consuelo y la escucha atenta de los que te apoyan y quieren. Después lo sensato será ponerse en pie y actuar. Así que Regla número tres: Las decisiones son pura acción acompañadas de reflexión y de un deseo irreprimible de cambiar porque la situación y el valor de nuestra vida así lo requiere.