Publicado en Microhistorias

Las tres preguntas


En un conocido relato de Tolstoi titulado «Las tres preguntas» un  emperador llega a la conclusión de que si supiera las respuestas a estas tres preguntas:

¿Cuál es el momento más oportuno para hacer cada cosa?

¿Cuál es la gente más importante con la que trabajar?

¿Cuál es la cosa más importante para hacer en todo momento?

entonces tendría todo bajo control.

Sin embargo, después de consultar a asesores y eruditos y quedar descontento con las respuestas, decide visitar a un ermitaño del bosque. Éste le revla que el momento más oportuno es el presente porque puede que no tenga otro, la persona más importante es la que le acompaña en ese momento y la cosa más importante es la que está haciendo en el presente.

http://www.gadireditorial.com/titulos/092.htm

Anticipándose un siglo a los grandes tratados de la atención plena, y por medio de un relato  filosófico, el gran escritor ruso ya nos avisa, que sin tener en cuenta la plasticidad del ahora no es posible conseguir el control de nada.

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¿Pétalos o espinas?


El célebre aserto: «un pesimista  es un optimista bien informado» confirma la teoría de que el pesimismo goza de  mejor consideración social que el optimismo. El propio hecho de la muerte ya llena de pesimismo la existencia: si nacemos para morir, ¿en qué momento encaja el optimismo? Los defensores de «la vida es atroz, injusta, impredecible, aleatoria, dolorosa…» y cuantos adjetivos más queramos añadir no necesitan indagar  demasiado para encontrar argumentos de peso. Una película o un libro son buenos si se enfocan en la tragedia. Si por el contrario dirigen la mirada hacia el lado bueno de la vida, resultan obras entrañables y ligeras (pero con una cierta superficialidad: recordemos que la vida no es ninguna comedia y el alegre es  un iluso). La profundidad está ligada a la oscuridad y el drama. Los alegres desentonan en las negruras de las guerras, las hambrunas y las plagas endémicas. No tienen lugar. Y es curioso que muy pocos se atreven a investigar y resaltar los valores humanos, de optimismo y esperanza, en la vorágine de la tragedia. Yo creo que esto ocurre porque confiamos ciegamente en la rigidez de las categorías que en cierto modo automatizamos para que nos sirvan una y otra vez, sin necesidad de pensar.  Rara vez tenemos en cuenta el contexto y por lo tanto, rara vez aceptamos que la vida no es ningún valle de lágrimas sino un don que recibimos y que hemos de explorar a conciencia con suma atención.

Me identifico con la cita de Kahlil Gibran:  el optimista ve la rosa y no sus espinas; el pesimista mira las espinas, sin percibir la rosa.

¿Tú qué prefieres: pétalos o espinas? Yo, pétalos

Publicado en Pensando en voz alta

Automatismos


Cheques entregados que llevan la fecha del año anterior, facturas que se realizan con una plantilla y no se les cambia el número, saludos espontáneos a alguien vagamente conocido y que resulta ser el reflejo en el espejo de uno mismo…. todos comportamientos automáticos. Cuando actuamos así, estamos recibiendo y usando señales del mundo que nos rodea sin permitir el acceso de otras que nos sacarían del error. Y esta forma de actuar sin pensar, nos perjudica. Es como vivir en la velocidad piloto automático sin usar la inteligencia ni la conciencia. Ya sé que estos ejemplos son triviales e inofensivos, pero las pequeñeces marcan las diferencias en la vida. Crear nuevas categorías en las que apoyarnos para vivir con el piloto automático apagado, como sugiere la profesora Ellen Lang, es la gran virtud de practicar la atención plena. 

Publicado en Microhistorias

Yo elijo ¿y tú?


 

Cada mañana me levanto y pienso: hoy puede ser cara o puede ser cruz y depende sólo de mí. Antes pensaba que no era así, que no podía ser tan simplista ni falsamente optimista pues el transcurso de la jornada dependía de muchos factores ajenos a mi control como: mi humor, mis circunstancias, mi salud, mis genes o incluso las noticias que fuera recibiendo a lo largo del día. Ahora conozco mejor el funcionamiento del cerebro y sé que puedo centrar la atención donde yo quiera. Y si decido que quiero que sea cara y que los problemas sean oportunidades, un achaque de salud, la prueba de que estoy viva, las circunstancias, eso, sólo circunstancias que cambian y que no me definen y mis genes un pack modificable en un porcentaje si no considerable, bastante esperanzador, ya he hecho mi elección. Es más yo diría que he hecho una buena elección.

Cuando descubra que no sé donde he aparcado el coche en vez de machacarme con insultos aprovecharé para recordarme: «un poco más de atención te vendría de perlas». Si mi reunión con esa directora negativa está a punto de sacar el gen airado que brama como un toro rojo al trapo, dedicaré diez segundos a elegir qué siento. Sin duda puedo elegir y dejarlo en «sería bien triste que esta persona me arruinará el resto del día».  No podemos dejar el presente en manos de los otros. Es nuestro y tenemos la obligación de exprimirlo porque es lo único que tenemos.  Eso, claro está,  no significa que de tanto en tanto aceptemos una sacudida de mal humor, la tristeza o ciertas emociones cargadas de desesperanza. Somos humanos, pero podemos practicar las emociones positivas y la atención plena y llegar a ser expertos en cambiarnos. 

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Atención plena: el poder de la concentración


Título: Atención Plena

Autor: Winifred Gallagher

Editorial: Urano

Reseña:  Tras una enfermedad seria de la que consiguió recuperarse, Winifred Gallagher, una afamada investigadora, pasó más de un año buscando y analizando los beneficios de enfocarse en el presente y dispensar toda la atención a la propia vida. Apoyándose en los últimos hallazgos de la neurociencia, la autora nos conduce por una investigación apasionante sobre el papel de la atención a la hora de definir la conducta y la identidad humanas. Página a página, ofrece las herramientas necesarias para convertir una atención involuntaria e inconsciente en otra consciente y enfocada, capaz de crear el tipo de experiencias que querríamos tener y convertirnos en la persona que desearíamos ser. El resultado es un libro sustancioso, culto, plagado de referencias a experimentos y trabajos de investigación sobre la atención y el enfoque. Sus Catorce capítulos, con los enunciados que reproducimos a continuación, proporcionan una guía sobre los temas en que se centra el libro:

Presta atención: tu vida depende de ello

De dentro a afuera: los sentimientos condicionan el enfoque

De fuera a adentro: lo que ves es lo que tienes

Herencia: nacidos para prestar atención

Medio: tu cerebro en atención

Relaciones: vivir en mundos distintos

Rendimiento trabajar en la zona

Decisiones: la ilusión del enfoque

Creatividad: sensibilidad al detalle

Focus interruptus

Trastornos de atención

Motivación: sin perder de vista el objetivo

Salud: adonde fluye la atención

Sentido: prestar atención a lo que más importa

Winifred Gallagher apuesta por explicar por qué la calidad de la vida no depende de la fortuna, la inteligencia o la belleza; ni siquiera de las cosas que nos pasan. Sus investigaciones demuestras que la experiencia vital queda definida  por aquello a lo que elegimos estar atentos.
Me parece un libro muy valioso, especialmente para aquellos que no quieren o pueden leer muchos libros y necesitan elegir con cuidado sus lecturas. En Plena atención los lectores conocerán los trabajos de los mejores expertos del mundo en neurología, psiquiatría, psicología, medicina, creatividad o motivación.

A quién recomiendo la lectura:  lectores de a pie, educadores,  psicólogos, psiquiatras, coach y mentes libres.