Solemos avergonzarnos cuando hacemos algo mal y nuestra falta se hace pública. Si un niño/a es reprendido por su profesor/a por una mala caligrafía, una redacción incoherente o un dictado lleno de faltas de ortografía, lo normal es que se sienta un zote, una inutilidad que no puede mejorar. En el mundo adulto encontraremos múltiples situaciones laborales y familiares que reproducen esta situación. ¿Qué podemos hacer para recobrar la confianza? Una buena solución puede ser centrarse en aspectos de la situación que no plantea problemas y darle mucha importancia. Siempre hacemos algo bien y eso es valioso. No sirve de nada negar la evidencia pero una mentalidad de crecimiento sabe que una mala actuación sólo es eso, una mala actuación que tiene solución si uno sabe ver dónde está el problema y cómo atajarlo. Y un punto de vista focalizado en mejorar ya es parte de la solución.
Además, qué raro es que cuando haces bien, te lo hagan notar, ni padres, ni profesores, y mucho menos jefes, «saben» cómo felicitar, pero eso sí, a la hora de poner faltas….
Y después nos acostumbramos a solo hablar de nosotros mismos en negativo «Soy tan despistado», «tengas una piernas horribles», «se me dan tan mal las matemáticas».
Qué raro es ver alguien diciendo «hago una paella de muerte y tengo un pelo precioso» 🙂